Y así empieza.
Revolviendo cajones, escondiéndose en armarios, se encuentra uno con su pasado y las añoranzas que acarrea o no. Revive ciertos momentos, ríe otros para terminar detestando al tiempo por ser incontrolable y concluir que no lo medimos, sino que él nos mide a nosotros.Así termina uno deshaciéndose del reloj para extrañarlo en el subte al otro día. Se repite la tarde lluviosa, se vuelve al armario. Otra vez a buscar algo vivido, pero sin saberlo. Justo antes de encontrar el reloj -¿a tiempo?- nota el carácter cíclico de algunas cosas.
Aquellas lágrimas -eternidad mediante- sólo cambiaron de color.
1 Comments:
Y apaga la computadora y se va a dormir para abrir los ojos el día siguiente.
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